Monday, October 11, 2010

Los Días Oscuros de Renée


Las cuentas no salen. Y ya puede decirse, sin temor a error: Renée Zellweger no atrae al público y no es una figura rentable.
Su último título, "Case 39", ha supuesto otra decepción más a la larga lista de fiascos que Renée viene sumando.


La industria perdona uno, dos, y hasta tres fracasos. Cuando se convierte en costumbre, los días están sentenciados.
Especialmente, cuando hablamos de grandes producciones y de actores high-profile.
A la Zellweger nunca le faltará trabajo, pero se puede ir despidiendo de su estatus de estrella; sin duda, uno de los más fugaces de la historia de Hollywood.


Echando la vista atrás, las cosas nunca fueron fáciles para Renée.
Empezó a principios de los noventa y, aun estando en títulos tan populares como "Jerry Maguire", tardó una década entera en despuntar.


Y esa tardanza es fatal para las actrices; el arco de durabilidad de las mujeres en la Meca del Cine es inversamente proporcional a los años cumplidos.


Zellweger estaba genial en el papel que terminó por hacerla célebre. Como la gorda, pecosa, tierna Bridget Jones, demostró una vis cómica irreprochable.


En "Chicago", estuvo igual de divertida. Se marcó un buen tour-de-force cómico-musical, mientras demostraba que su figura es más acordeónica que la de Judy Garland; de bien hermosa a esquelética en un segundo.


Al año siguiente, le daban el Oscar por "Cold Mountain". Y ya se sabe para lo que sirve la estatuilla en la trayectoria de estas mujeres.
El caché se dispara, los buenos papeles femeninos escasean, los proyectos se dilatan en el tiempo y comienzan a cometer errores.


Pero, además de todo ello, quizá el problema de Renée resida en que nunca debió ser estrella de Hollywood.
Ese morrito nunca la hizo inmortal, y jamás ha sido una chica especialmente atractiva.


Sus pretensiones glamourosas se han quedado precisamente en eso: en pretensiones.
Si hubiese tenido menos ínfulas, quizá ahora estaría en un cómodo segundo plano, y no en esa demandante primera línea, que se verá obligada a abandonar.


En "Case 39", comparte protagonismo con Bradley Cooper.
El año pasado, la prensa los relacionaba y los comprometía. Ellos se dejaban ver, se decían enamorados, aseguraban próxima boda.
En paralelo, hemos oído rumores de separación, de reconciliación y de amor eterno.


No estoy seguro de lo que hacen Renée y Bradley detrás de la puerta.
Pero está claro que esa relación está concebida como un bonito artefacto publicitario para los dos; una buena estrategia de imagen para una estrella en decadencia y otra en ciernes.


Ella se inyecta de savia nueva y recupera atención.
Él, que recibía el año pasado una promoción avasallante, se instala en la realeza hollywoodiense. Ya lo intentaron unir a Jennifer Aniston, recordemos.


Además, Bradley también se asienta sentimentalmente.
Siempre se ha comentado que el guapo Cooper es un pájaro de cuenta. Que le pregunten a Jennifer Esposito, que estuvo casada con él sólo cuatro meses.


Pero los resultados de "Case 39" han hablado por sí solos. Bradley y Renée son una pareja poco excitante, del estilo Tom Cruise-Penélope Cruz ó Jennifer Lopez-Ben Affleck.
En realidad, no le interesan a nadie.


De tanto codiciar el estrellato, llegan a aceptar que son valores de mercado. Y no emocionan ni resultan creíbles; son sólo unos fantasmas de sí mismos en la pantalla.


"Case 39" no supondrá un gran problema para Bradley Cooper.
Está empezando, tiene el derecho a equivocarse y se le acumulan tranquilamente los proyectos. Y, además, es un hombre. Toda la vida por delante.


Las cosas no serán lo mismo para Renée Zellweger. De momento, no quiere rendirse sin prestar última batalla y prepara - oh, Dios - la vuelta de Bridget Jones.
¿Será un nuevo comienzo o habrá que pronunciar la definitiva hora de la muerte? Veremos.

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