Friday, January 21, 2011

De Orgías y Otros Desmelenes


Entre las fantasías más recurrentes del ser humano, vive y prevalece la idea del sexo con más de una persona.
Que la intimidad se haga social en un momento determinado es un deseo latente y, como tal, pocas veces encuentra la realización.
Para sociedades normalizadas y reguladas, la orgía es una trangresión en toda regla, que se debería hipotecar exclusivamente a esas privadas ensoñaciones.
Pero, como cualquier norma, hay escapatoria y subterfugio, nota al pie y vía de escape.


El cine porno refleja los sueños orgiásticos en todos sus niveles; desde los que ilustran la entrega natural de las bacanales clásicas hasta los que se llenan de factores de humillación y símbolos de poder.
En este último grupo, destacan las fantasías sexistas del gangbang y la bukkake.
El gangbang usa como leit-motiv el escenario de una violación, pero reciclada en un acto consentido.


Varios tipos se turnarían para penetrar a una señorita o señorito, que representaría el papel de bitch, recibiendo pene a base de bien, y a disposición de las imprecaciones del entusiasmado wild bunch.


La bukkake tiene la misma naturaleza, pero se limita a la felación multitudinaria.
Una señorita o señorito satisfaría oralmente a más de tres caballeros, que terminarían la sesión con una bonita regada de sustancia seminal sobre la faz del aguerrido felador.


Los hombres homosexuales son los que, tradicionalmente, se prestan con más asiduidad al sexo en grupo.
En teoría, se diría que la supuesta promiscuidad masculina no tiene trabas entre varones y, de resultado, las reglas son muchísimo menores.


Cuartos oscuros y saunas se erigen como establecimientos de la disipación gay, que encuentra su razón de ser en el anonimato y la fugacidad del encuentro.
Lo que llamaría Barbra Streisand: a love in the afternoon.


Esos parajes se han convertido en tal seña del ambiente gay, que a veces funcionan también como lugares de encuentro entre amigotes, donde el sexo es sólo la trastienda.


Las épocas de liberación sexual fueron favorables para las prácticas del sexo grupal, el intercambio de parejas y las orgías.
El hippismo aducía a la liberación del cuerpo como necesario paso para renovar el espíritu. En las comunas, el sexo se desataba de corsés de compromiso y pertenencia.


Años más tarde, la aburrida burguesía norteamericana de los setenta jugaba a fiestas de la llave, para intercambiarse cónyuges por una noche.


Mientras, las veladas del disco eran un todo vale de bisexualidades bien reconcentradas.
Estos experimentos no prosperaron. Principalmente, por el estallido del SIDA, que los reaccionarios se apresuraron a considerar como el castigo divino a tanto desmelene.


Pero también porque la promiscuidad no fue tanto una verdadera liberación, como una respuesta a una atroz represión.
Pasar de cero a diez tiende a ser contraproducente psicológicamente; sobre todo, para espíritus poco preparados.


Además, la materialización del sexo libre siempre ha estado teñida por un evidente machismo, donde la mujer queda más objetificada de lo pretendido.


El sexo en grupo ya no es contracultural.
Podría decirse que ha quedado ceñido a sociedades más o menos secretas o clubs con estrictos derechos de admisión, que piden requisitos físicos y pruebas de limpieza sanguínea para poder incorporarse a sus fiestas.


Nos enseñaba "Eyes Wide Shut" que, hasta las más lujosas, se visten de disfraz y entidad siniestra.
Nos contaba "Shortbus" que el mejor sexo no es tanto una cuestión de cantidad; debe ser, ante todo, una manera de conectar con los demás.
Sus licencias y la variedad de sus expresiones se emplazan al plato y gusto de cada cual.

No comments:

Post a Comment