Tuesday, January 25, 2011

Sobre "Downton Abbey"


Momentos de crisis buscan retratos de época. Parece que, en las ilustraciones del pasado, se encuentra cierto consuelo ante la incertidumbre del presente.
En 2010, la televisión británica volvía a hacer lo que mejor ha hecho siempre: ambientarse en la era pretérita, desempolvar los majestuosos sombreros y regresar a las mansiones del ayer.


"Downton Abbey", la serie british de la que todos hablan, es una creación de Julian Fellowes, polifacético caballero y político inglés.


El mérito cinematográfico más popular de Fellowes fue el guión de "Gosford Park", por la que recibió un Oscar.
Como en aquella, "Downton Abbey" se ambienta en la Inglaterra de la estricta disgregación social, que se estructura en función de títulos y heredades.


La casa de la familia Crawley es la metáfora de esa división: los aristócratas viven arriba y los sirvientes penan abajo.


Partiendo de un esquema que recuerda a la mítica serie de los setenta "Arriba y Abajo", "Downton Abbey" estrenaba su primera temporada, llevándonos a través de las vivencias de los Crawley y de la jerarquía de su servidumbre.


En su capítulo de apertura, el genio de Fellowes nos presenta un puzzle de personajes, con una claridad y ritmo envidiables.
"Downton Abbey" no es sólo un bonito retrato de modos antiguos, sino una serie viva y muy entretenida.


No narra nada que no hayamos visto antes, pero, en realidad, no importa.
Está tan bien manufacturada, que parece que es la primera vez que nos lo cuentan.


El piso de arriba refleja la tensión ante las absurdas leyes de herencia, donde las mujeres son peones en busca de ventajoso matrimonio. La virginidad es el requisito; el escándalo, la piedra de toque.
De fondo, la liberación femenina y los nuevos tiempos parecen irrumpir tímidamente, pero sin posibilidad de pausa.


Abajo, los sirvientes viven con la noción de que están en el lugar indicado; la mayoría proceden de orígenes demasiado humildes y trabajar en una casa respetable es, para muchos, sinónimo de éxito existencial.


Dos amores vertebran las mil y una historias de esta maravillosa "Downton Abbey".
En las habitaciones de los sirvientes, la pasión callada es cosa de Bates y Anna. La improcedencia de su relación los condena a estar separados.


Y, por otro lado, Lady Mary y su primo lejano, Matthew.
Paradójicamente, ellos sufren por la excesiva pertinencia de su relación.


En una franja temporal que va desde el hundimiento del Titanic hasta el principio de la Primera Guerra Mundial, "Downton Abbey" es un viaje cien años atrás.


Los crecientes resultados de audiencia de "Downton Abbey" han dejado estupefactos a propios y extraños. Especialmente, cuando se convertía en la serie británica de época más seguida desde la legendaria "Retorno a Brideshead".


Atesora un reparto a la altura, donde sobresale la infalible Maggie Smith, en su especialidad de vieja ricachona y mentecata; un personaje que guarda las mayores sorpresas de todos.


Y para los habituales cazadores de personajes gay, ahí está el malvadísimo mayordomo Thomas, interpretado por el guapo Rob James-Collier.


"Downton Abbey" vuelve en otoño con su segunda temporada, y con una admiración que se multiplica por el elevado número de sus virtudes.

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