Wednesday, September 14, 2011

La Primera Mujer


El mito de la Creación nos cuenta que Eva nació de la costilla de Adán.
Se sometió a él, y fue su hermana, su compañera y la nutridora madre de sus hijos.


En márgenes olvidados de textos religiosos, archivados en altas estanterías de ignotas bibliotecas, ha reposado durante siglos la leyenda judía de la auténtica primera mujer de Adán.
Se llamaba Lilith.


Nació a la par que Adán, y nunca quiso someterse a él. Un error de cálculo para el Dios creador, que abominó de ella y la sustituyó por otra.


En algunos pasajes, a Lilith se la nombra como la demoníaca criatura que devora a sus propios hijos.
Es retratada como una castradora, una mantis religiosa, una mariposa fornicadora e incendiaria.


Aun borrada de las clásicas lecturas biblícas, no cabe duda: Lilith sigue ahí, sin nombre.
No es más que la serpiente del Edén, aquella que entrega la tentadora manzana a Eva.


Lilith fue todo lo que las mujeres nunca pudieron ser. Violentas, vengativas, poderosas, independientes.
Es la bruja, que asegura su destrucción en un mundo de hombres.
Porque las que quieran sobrevivir deben ser Evas, bellas, torpes y calladas.


Quizá la auténtica madre de Caín, Lilith vivió y murió sola en tierras de exilio. Sólo se la recordaba cuando se quería dar miedo a los niños.


La primera esposa como una mujer erótica y corrupta es un clásico de la ficción.
Las dos más populares responden a los nombres de Bertha Rochester y Rebecca de Winter, temidas señoras de góticos castillos británicos, con poca tendencia a lo ignífugo.


En el momento cumbre de "Jane Eyre", irrumpe el gran pecado de Edward Rochester.
A punto de casarse con Jane, el señor de Thornfield Hall debe rendir cuentas ante lo que guarda en el ático.
Aparece un monstruo de pelo enmarañado, que repta por las paredes y mira con ojos de sangre. Lo que queda de una mujer.
La loca de Thornfield Hall, Bertha, la primera esposa.


La "otra mujer" del ático sirve como metáfora.
En una época como aquella, los hombres eran sexualmente más experimentados que sus esposas, a la llegada del matrimonio.


¿Quién podía hacerles olvidar aquellas otras mujeres que habían conocido anteriormente? Criadas, prostitutas, campeonas de las sábanas, todas poderosas sexualmente, a veces mayores, siempre dominantes.
Liliths del mundo, frente a las Evas del recato y la dignidad.
Ese ático lascivo y corrupto de Thornfield Hall es el símbolo de la memoria de los hombres.


Bertha reaparecía en otra novela, más tardía y melancólica, escrita por Jean Rhys.
Precuela oficiosa de la historia de Charlotte Brontë, "Ancho Mar de los Sargazos" defendía el personaje olvidado, la Lilith muda de las sombras de "Jane Eyre".


Sobre todo, la novela es una evocación poética de la locura del primer amor.
Antes de ser Bertha, se llamaba Antoinette Cosway, heredera de ruinas antillanas, una muñeca defectuosa entregada a Rochester en su juventud.
La inesperada pasión, vivida entre la fiebre y el vudú de parajes criollos, destruye a Antoinette y Edward.


Ambos, derechos al abismo, como Orfeo mirando demasiadas veces a Eurídice.
Con un nuevo nombre, lejos de casa, finalmente presa en la torre, Antoinette/Bertha sólo tiene el fuego como único lenguaje.
El error de cálculo de un Dios que, en realidad, es un hombre.


La primera mujer como amenazadora sombra en los pasillos eclosionó en "Rebecca", la novela de Daphne de Maurier, que Alfred Hitchcock llevaría al cine en 1940.
Rebecca de Winter, la primera señora de Manderley.


No aparece ni una sola imagen de su rostro. Y aún así, se la siente hasta el espinazo. Está ahí, como Lilith, la serpiente.
Rebecca tienta a la segunda mujer de Maxim por los corredores y estancias, echando el anzuelo de la locura del suicidio a través de su apéndice, la truculenta ama de llaves.


- Rebecca se sentaba en la cama antes de dormir y se reía de todos ustedes - exclama la Señora Danvers.
Rebecca vive en la mente de los personajes, atrapándolos desde la tumba con su mano helada. Desde el exilio, desde el silencio, la primera mujer no quiere ser olvidada.


"Rebecca" nos contaba que ser la señora de la casa representa un poder que se alcanza.
¿Cómo conseguir que Adán olvide a la malvada?
Como buen cuento de hadas, y del mismo modo que "Jane Eyre", "Rebecca" nos dijo que el amor era la solución.


Robert Rossen también nos habló de "Lilith" en su última película; esta vez, como protagonista absoluta.
En un desolado manicomio de Maryland, Jean Seberg era la triste maníaca sexual, la bella depredadora.


Se cuece entre rejas, seduce a un niño en la feria y atrastra a la locura a quien se lo propone.


Todos los corazones viven de demonios y recuerdos.
Lilith siempre vuelve, anidada en nuestros áticos y sótanos, decidida a contarnos su ancestral historia de poder y fracaso.

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