Wednesday, March 2, 2011

Black Dahlia


En enero de 1947, una transeúnte descubrió lo que parecía un maniquí, abandonado en medio de un parque de Los Ángeles.
Un coche aceleraba en la lejanía, mientras la mujer decidía mirar más atentamente.
Se descubría así el asesinato sin resolver más famoso de los años cuarenta.


Dos años después del armisticio, se hallaba el cuerpo de Elizabeth Short.
Una entrega de lo macabro, sin duda. El cádaver aparecía partido en dos, castrado, sin órganos y con rastros de tortura.
Las partes presentaban cortes de precisión quirúrgica, mientras todo el cuerpo había sido lavado y drenado casi por completo.


La prensa se entusiasmó con los detalles.
Se cuenta que la policía tardó demasiado tiempo en espantar a tanto cuervo con cámara de fotos; una tardanza que fue fatal para la prosperidad de la investigación.


Pero el caso ya tenía nombre y se imprimía a primera página. No había nada tan sensacional desde la bomba: Elizabeth Short era la "Dalia Negra".


A los pocos días del hallazgo, el asesino enviaba un mensaje a Los Angeles Examiner, ofreciéndose a enviar las pertenencias de Elizabeth.


Se hacía llamar el "Vengador de la Dalia Negra" y parecía disfrutar con la notoriedad que imprime el misterio.
La editorial del periódico recibía los efectos personales de Elizabeth. Otros se encontraron en un vertedero.


La prensa, más protagonista que nunca, seguía elaborando su particular perfil sobre Elizabeth Short.
La "Dalia Negra" era la joven viuda de un soldado caído, una muchacha perdida en Los Ángeles, una starlet vestida de negro, una sórdida call-girl entre las sombras de la ciudad de los bulevares.


Mientras la resolución del caso se hacía cada vez más díficil, la "Dalia Negra" se fijaba en el imaginario colectivo.
Era ese cuento moralista, indicado para todas aquellas chicas que veían en Hollywood la realización de sus sueños.
Allí se tropezarían con la realidad de la prostitución y, de entre ellas, la gran desafortunada perecería a manos de la más cínica de las brutalidades.


Tantos interrogantes hubo en el caso de la Dalia Negra como leyendas y mentiras difundidas por los medios de comunicación y el chismorreo.
En primer lugar, nadie llamaba a Elizabeth Short con ese apodo.
La "Dalia Negra" fue un nombre dado a posteriori por los periodistas, excitados al encontrar un asesinato que parecía salido de una novela de Raymond Chandler.


Y, de manera más determinante, no hubo prueba alguna de que Short ejerciese la prostitución ni anduviese por lugares poco recomendables.


Porque nadie supo, en realidad, quién demonios era Elizabeth Short.
Se recompuso su biografía, pero nunca se descubrieron sus secretos. ¿Qué hacía en Los Ángeles? ¿Qué tipo de mujer era?
¿Fue estudiado objetivo de su asesino? ¿O sólo una víctima al azar, de esas que están en el lugar y momento equivocado?


Su madre dijo que Elizabeth siempre quiso ser actriz.
Se casó durante la guerra, tenía algunos novios y jamás estuvo embarazada. Había cambiado de apartamento en numerosas ocasiones durante su estancia en Los Ángeles.


Una semana perdida figuraba en los paneles de los detectives. Desde la desaparición de la joven hasta el hallazgo del cuerpo, se antojaban siete días de vacío y silencio, jamás respondidos.


Llamaban anónimos con pistas descabelladas, algunos confesaban el crimen y otros acusaban a sus familiares.
Se señaló a cirujanos cercanos a Elizabeth, mientras se intentaba vincular el asesinato con otros parecidos.


La "sonrisa de payaso" que el asesino había dibujado en el rostro de Short parecía indicar ajuste de cuentas o advertencia mafiosa.
Tal vez, simplemente, era señal de crueldad machista.


El forense cifró la salvaje tortura de Elizabeth Short en una sesión de tres días, mientras la prensa más burra decía que todo se lo había buscado por su estilo de vida.
El supuesto estilo de vida que nadie pudo demostrar.


Venticinco sospechosos oficiales y la pura niebla. El tiempo se consumió finalmente y nada sólido surgió en la investigación.
La Dalia Negra quedó como un cold case, que aún permanece a disposición para quien se atreva a resolverlo.
Como sucede con todo gran misterio, la conspiración ha sido hipótesis de muchos fascinados por el caso; aquello de señalar a gente importante como esa intocable depredadora de la jungla de Hollywood Boulevard.


El más conocido fruto de ficción es la novela de James Ellroy, adaptada al cine por Brian de Palma.
No se trata de un acercamiento riguroso al caso, sino una reimaginación total.
En "Black Dahlia", el asesinato de Elizabeth Short se usa como complemento argumental dentro de una ilustración de la corrupción moral y económica de la ciudad.


Elizabeth Short, un maniquí encontrado en un jardín, una mujer misteriosa, una pecadora que llenó líneas de prensa y un símbolo para la disuasión.
Y, sobre todo, una víctima. De la soledad de la gran ciudad, de su asesino y de la impudicia con que se trató su desgracia.

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