Podría decirse, sin temor a error, que la atracción por los hombres maduros es más vieja que el mundo.
De ella, han nacido las relaciones más interesantes, pero también pueden surgir las más peligrosas.
Un hombre mayor es capaz de enseñarte todo lo que debes saber y, además, ser el perfecto compañero de cualquier otoño.
O puede ser un depredador, que busque aprovecharse de tu inocencia y desee vampirizar tu juventud.
O puede ser un depredador, que busque aprovecharse de tu inocencia y desee vampirizar tu juventud.
De manera psicoanalítica, el legendario deseo se ha entendido como la respuesta a un acelerado síndrome de Electra, que asocia figuras paternales con compañeros eróticos, profesores de la vida con maridos ideales.
Experiencia, protección y confort es lo que se ha buscado tradicionalmente en ellos.
Y, ante todo, su sex-appeal reside en la creencia de que la edad es un grado a todos los niveles.
Y, ante todo, su sex-appeal reside en la creencia de que la edad es un grado a todos los niveles.
Los fans más acérrimos de la madurez masculina la vinculan estrechamente con la cocción emocional y la apoteosis sexual de los caballeros.
En una sociedad adicta a la juventud, la excepción es machista.
Y el gran ejemplo se ha visto en el cine, donde la durabilidad de los galanes es muy superior a la de cualquier mujer.
Y el gran ejemplo se ha visto en el cine, donde la durabilidad de los galanes es muy superior a la de cualquier mujer.
En estos y otros tiempos, las estrellas masculinas lucen arrugas sin complejos y no tienen mucho temor a perder públicos con el paso de los años.
Gary Cooper es el mejor ejemplo de los clásicos: un hombre for all seasons, que enamoró dentro y fuera de la pantalla a lo largo de varias décadas.
Colocarlo al lado de Audrey Hepburn fue el acabóse, pero expresaba elocuentemente que un hombre viejo sigue siendo valor de imagen.
Colocarlo al lado de Audrey Hepburn fue el acabóse, pero expresaba elocuentemente que un hombre viejo sigue siendo valor de imagen.
En cualquier caso, ahora tener más de cuarenta y cinco no es ser precisamente un señor con bastón.
Ahí está Viggo Mortensen, con cincuenta y dos años. Si se empeñan, muchos podrían aspirar a llevarlos tan jodidamente bien.
Nosotros, de momento, aspiramos a los benditos huesos de Viggo.
Nosotros, de momento, aspiramos a los benditos huesos de Viggo.
La calvicie no supone una molestia para nuestros daddies, sino serios vatios de seducción.
Ed Harris ha sido calvo durante toda su carrera y fue el actor secundario más buenorro de los noventa.
Otro calvorota espléndido es Christopher Meloni, mi primer marido.
Por ser el tremendo - y frecuentemente desnudo - asesino bisexual de "Oz", Meloni ganó una sólida admiración gay.
Y también se hacía claro que su alopecia incrementaba las dosis de morbo.
Y también se hacía claro que su alopecia incrementaba las dosis de morbo.
Ahora Christopher disfruta tranquilamente en "Law & Order SVU", mientras su sonrisa y apostura siguen cortando la respiración.
Sí, definitivamente debo ser muy proclive a los papis, porque mi tercer marido también pertenece al club de los curtidos.
De ser el ardiente y fatal Jonesy de "Carnivàle" al encantador agente de "White Collar", no le he perdido el rastro a Tim DeKay.
En "White Collar", Matt Bomer es el bombón de una tarde; DeKay es el caballero indicado para vivir junto a él hasta que el mundo se acabe.
Y una verdad como un templo: Chris Bauer nos pone.
El inolvidable patriarca del puerto de Baltimore en "The Wire" es todo lo contrario a cualquier canon de belleza masculina que se anuncie en las revistas.
Debe gustarnos precisamente por ese motivo.
Ahora Chris es habitual de "True Blood"; una prueba más de que hay hombres para todos los gustos en Bon Temps.
Para los neófitos en el asunto daddy, debe insistirse en lo obvio: la madurez física no siempre es correlativa con la emocional.
Hay suficientes niñatos de cincuenta años para parar un tren.
Hay suficientes niñatos de cincuenta años para parar un tren.
Pero cuando son buenos, son lo mejor. ¿Verdad, mis honrosas Electras?
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