Wednesday, March 9, 2011

Mil Revoluciones de James Dean


Con la generación, lo suyo fue una historia de amor y cautivo, que trascendió la pantalla desde el primer instante.
Y el idilio se trocaba inmortal cuando un accidente automovilístico lo enviaba para el otro barrio, tan joven y tierno, con sólo tres apariciones cinematográficas de renombre.


Todos los que no habían visto las películas de James Dean, corrieron a por ellas.
Los que ya soñaban con él antes de su muerte, quisieron recuperar los tres títulos de aquel rubio desgarbado, introvertido, tan perdido.
Jimmy Dean era el que miraba a los mayores con desconcierto y, con la razón de los alienados, gritaba "¡Me estáis aturdiendo!".


Chorreante de petróleo, Dean también se atrevía amenazar a su patrón, con el sabor acre de la venganza.
Y, sin que lo pidiera el guión, James agarraba de los hombros al indolente padre de turno, pidiéndole una mísera muestra de afecto.


En el tiempo de la postiza felicidad, los personajes de James Dean se hacían cómplices de chicos de corbata y niñas con falda.
Nadie les hacía mucho caso, porque lo tenían todo, se decía.


Las guerras ya eran cosa del patio trasero. En el mundo de la televisión y la Coca-Cola, ¿qué motivos tenían para emborracharse, ponerse histéricos o jugar con pistolas?
James Dean revolucionaba la perfecta postal. A la mierda el cuarto mandamiento.
Con Jimmy, se aprendió que es guapo pegarle a un padre.


Como los grandes mitos, el caso de James Dean ha sido una multiplicación exagerada.
Y, de esa manera, siempre ha parecido más carismático, valioso y guapo de lo que realmente era.


Sus interpretaciones importantes se distribuyen en dos escasos años.
Murió cuando "Al Este del Edén" y "Rebelde Sin Causa" seguían en cartel, y la producción de "Gigante" aún no había terminado.


Por entonces, James Dean era sólo sensación de temporada. ¿La hubiese trascendido si no hubiese fallecido tan pronto?


Dean había iniciado su carrera con breves papeles en cine y televisión, pero no se construyó a sí mismo hasta que se puso en manos del Actors Studio.


Como muchos actores formados en la influyente escuela de interpretación, Dean salió de allí pedante, exigente, histriónico y decididamente oportuno.


Hoy su estilo actoral no convence demasiado, pero en aquellos años cincuenta, no había nada más impresionante que ver a un muchacho lleno de neurosis, lagrimones y problemas con papá y mamá.


"Rebelde sin Causa" contaba que los chicos malos pueden encontrar su camino y las niñas histéricas son capaces de hallar el amor.
Pero, oh, los homosexuales. Debían morir en el último rollo, porque no había lugar para ellos.


Detrás de la cámara, se cocía el misterio.
Para no cumplir el servicio militar, Dean había escrito "homosexualidad", considerada entonces una excluyente enfermedad mental.
Pero cuando ya era príncipe hollywoodiense, aseguró que no era homosexual en una entrevista, mientras promocionaba su romance con la actriz Pier Angeli.


¿True love o escaparate? Lo último parecía la respuesta correcta, cuando la Angeli se casaba súbitamente con el cantante Vic Damone, sin dar explicaciones previas ni a Dean ni a los tabloides.


Biógrafos y seguidores apuntan que Dean mantuvo regulares relaciones homosexuales. Pero, sin duda, eran malos tiempos para secretos donceles.
En cualquier caso, la más o menos enigmática condición sexual de James sólo ha contribuido a incrementar esa imagen poderosamente ambigua.


Terminó "Gigante", y se marchó.
Su última revolución fue violar el límite de velocidad y salir disparado. No vivió para contarlo, pero murió para que no se parara de hablar de él.
Elizabeth Taylor y el mundo se quedaron un poco más solos.


Junto con Marilyn, James Dean es la imagen del cine, una marca, una enseña cultural.
Y, también como ella, miraba a todas las cámaras con la inyección de un desvalimiento sobrecogedor.


Cuando el alma turbulenta se transluce hasta en seriaciones pop, esto del cine y las estrellas se confirma como algo extraordinario.

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