
Los críticos son los que dan opinión, crean tendencias y calculan el valor de las películas.
El éxito de un título depende del público, sin duda.
Pero será la prensa especializada quien lo catalogue como importante y decida si debe pasar a la Historia del Cine.
El éxito de un título depende del público, sin duda.
Pero será la prensa especializada quien lo catalogue como importante y decida si debe pasar a la Historia del Cine.

Muchos directores la emprenden con los críticos, pero necesitan su favor en más de una ocasión.
Ahí está el motivo del enfado; todos quieren la aprobación de los opinadores.
Ahí está el motivo del enfado; todos quieren la aprobación de los opinadores.

La prensa de espectáculos siempre ha estado bien provista de periodistas cinéfilos.
Éstos ponen estrellitas, suben o bajan pulgares y otras maneras de enjuiciamiento.
En líneas generales, los expertos del cine suelen atender al modo en que se cuentan las historias, su estilo visual y su hondura intelectual.

Hay varios tipos de críticos.
Por un lado, están los historiadores, que valoran las películas comparándolas con otras anteriores.
Suelen ser los más rancios, porque concluyen que el cine pretérito es mejor por narices.
Por un lado, están los historiadores, que valoran las películas comparándolas con otras anteriores.
Suelen ser los más rancios, porque concluyen que el cine pretérito es mejor por narices.

En otro ámbito, encontramos las plumas personales. Cuentan el cine según sensaciones y, por tanto, sus opiniones son fuertemente subjetivas.
La reina siempre fue Pauline Kael, una de las pocas mujeres críticas.
La reina siempre fue Pauline Kael, una de las pocas mujeres críticas.

La sintonía con el público ha sido casi siempre imposible.
Las películas preferidas por los opinadores casi nunca son las más taquilleras ni las más populares ni las más disfrutadas.

Un caso paradigmático es Steven Spielberg, que suscita una radical división entre la crítica, mientras la platea se abarrota sin complejos.

Una crítica puede disuadirnos de ver la última superproducción caradura, pero también puede llevarnos al definitivo coñazo.
La mayoría de los críticos son unos señores aburridos, carcas y un tanto machistas; asuntos que se translucen más de una vez en sus opiniones y escritos.
La mayoría de los críticos son unos señores aburridos, carcas y un tanto machistas; asuntos que se translucen más de una vez en sus opiniones y escritos.

Al final, las peleas entre críticos y artistas terminan pareciendo una cuestión de Salieris y Mozarts.
Una persona inteligente, pero sin talento para la creación, se permite el lujo de opinar sobre las obras de otros, con un evidente trasfondo de envidia.
Una persona inteligente, pero sin talento para la creación, se permite el lujo de opinar sobre las obras de otros, con un evidente trasfondo de envidia.

Las opiniones son personales, puntuales y volubles, y el nivel intelectual de una persona no tiene porqué ser determinante ni concluyente.
Sacralizar a los críticos es snob.
Sacralizar a los críticos es snob.

Todos somos críticos, o podemos serlo. Pero ello conlleva una enorme responsabilidad.
Abrir la boca y hablar es muy fácil. Decir algo realmente valioso, no tanto.
Abrir la boca y hablar es muy fácil. Decir algo realmente valioso, no tanto.
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